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El Degenerado

A Victor le gustan las viejas. Un chingo, la neta sí. Y el trap. Los videos que pasan en la pantalla del Telcel del Crucero donde hace base el camión son los más perros. Cada que se trepa a la ruta saliendo de la chamba se da vuelo con unos dulces y le manda mensajillos a las morras más rikolinas en su feis. “Ke ermoza te vez, ke tengas linda noche”. En su smarfon que compró en ese mismo Telcel también jalan los videos mientras se cuelga al internet de la Ruta 2. Ese smarfon se lo compró en ese mismo Telcel porque la morrita en tacones le dijo que si se lo compraba le daba su número.

—Mira, aquí está, a mil varos me salió, y contigo puedo gastarme más. Ora sí, pásame tu número.
—Sí, sí, apúntale. 998 135 2454.
—Ya está. Estás bien guapa, la neta. Te voy a mandar mensaje.
—Hoy no te contesto porque estoy jalando, pero después te lo contesto.

Todos los días después de la putiza en la cocina del hotel checa sus mensajes a ver cuántas morritas le contestaron o, cuando menos, leyeron sus mensajes, pero eso sí, nunca olvida escribirle a la chiquilla del Telcel.
—Hola guapa. Haber si hoy sí me kontestas. Otra vez me bajo en el telcel, haber si hoy me toka verte.

Con el vuelo del dulce y el camión bien fresco se ondulan las rolitas en sus oídos. Nomás se acerca al Crucero y comienza el trap, pinche purobabiloniacontudemonia. Todo de un un jalón, traigoatubichenmiranfla.

En la Ruta 2 del famosísimo camionero Kutz le pasa más la movida porque lo tiene bien tuneado con unas luces neon y subwoofers mamalones. No lo espera mucho porque por lo general a esa hora ya anda dando sus volteones el bato. “CevicecentrochedrauitulumADOcruceroooooooo”. Y el Victor se cuchichea unas rimas:
—Jaláte pesado pal lado aperrado…
El… Un kilo me pesa el colgado.
Las morras me tientan pero yo resisto,
Me tiran al piso y yo me desvisto.

A veces las rimas no le salen chidas, pero si le pones un trap chingón le salen naturalitas. Siempre se arrastran más chingón las palabras con los dulces que le compra al gordo barbón afuera del Coco Bongo. Entre rimas, mensajes, trap y feis con morritas sexis, unos pantalones aguados tienen sus ventajas, porque eso de ver morritas en el camión sí le prende la leña. Si al bajarse del camión anda carpudo y una morrita se arrima, no se lo esconde todo. Habrá alguna mirona que sea igual de caliente que ese güey y un día haga jalón.

—Monita monita, la morrita que me saca la lirica tumbada se aplica.

Un día de esos el vibrador sonó para decirle:
—Ey, morro, jálate atrás de la tienda, acá ando. Soy la del Telcel.

—Assuputammmmadre.

El mensaje le hinchó los huevos. Ese día ya andaba bien endulzado y arrastrando palabras y patas. Le caminó con ganas por la banqueta hasta el callejón que guardaba el chingo de cajas de material de telcel y cintas hechas bola.

—Mmmmmmi guapitaaaa. ¿Nnnnnntassssseeeeeh?

Tanto dulce le estaba provocando perder sus capacidades motrices. El vestido morado, luego verde, luego rojo, luego azul, se le veía chingón a la morrita. La neta, el Victor desde el piso gozaba del paisaje de piernas y brasier picudo que se marcaba a través del vestido. Tal vez la pregunta de cómo llegó al piso sería relevante en otro momento, pero ahora mismo le brincaban un chingo los ojos a la morrita y eso como que lo mareaba, y las manos en su entrepierna le invitan a bajarse el cierre, pero pinche cierre serpenteaba muy cabrón; no se dejaba agarrar la chingadera. Su playera amarilla, luego naranja, luego roja, luego negra lo mareaba mientras se buscaba la verga. Mientras, la morra se sacaba del vestido algo que parecía otra mano, y empezó a blandirla mientras se le paraba encima al Victor. Él nomás veía cómo le resorteaba la mano derecha sobre la supuesta mano extra, mientras que la izquierda, contra la pared, sostenía el bulto de mujer sobre el morro.

Y al fondo, el trapazo retumbaba: «Pinche motorolocolormorona locoloco. Yamepegó, andoalmillón, voyapegarenBabilón».

No entendió por qué la morrita le escupió en la cara y se le quitó de encima con una lentitud que le hizo entrar en un pánico profundo. Victor se sintió el calzón mojado y la carpa del pantalón azul, negro, morado más grande que nunca.
—MMMMMOFFFFFFFRO PNNNNNNMMMEJO —le transmitió de alguna forma extrasensorial la morrita.
—Mmmmmorrrrrita, nnnnnn tchhhhh vaiasssss.

—Pararme me costó un chingo y me camioné en el paradero. Llegasi carando a la casa me babée la limpia y el pescado a olor me maceteó la penetra —contaba Victor de alguna forma a sus roomies. —Ocop a Ocop uif ercuperadon la conisceniza trasmien aminacaba pro el jallekon.

—De nuevo este pendejo con sus mamadas. Güey, aviéntalo a la regadera con todo y ropa. Qué puto asco.
—¿Nunca se da cuenta del pedo que trae, o qué verga?
—Yo qué se, güe. Viene más viajado cada día.
—Neta un día lo van a correr del jale y ahora sí va a valer purita verga.
—Purita verga es lo que le pusieron en la cara. Ni pedo. Si lo cachan con los mecos en la cara como ahorita, seguro sí lo mandan a la verga.

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