El Muerto

–Si de aullar no le paraba — decía Juancho–. Perro hijo de su puta madre jodón. Sí lo quería un chingo, pero la neta fue su culpa.

–Puto ojete –dice El Pepón–. Los pinches animales sienten como nosotros, ¿o no sabes, pelaná? Aparte eres bien perro mentiroso, si era bien chido el bato.

–¿Qué le hago, we? Yo no se la dejé caer. La neta, pinches mamadas, pasó de la nada, ni tiempo de voltear me dio, nomás vi cómo el culero se hacía cagada.

–No le digas culero, puto. Tenle respeto, ese perro te daba clases de humaidad, we.

–Ya, al chile, pobre perro, sí lo quería, y no hubiera querido que le pasara nada, pero te pasas de pendejo tú.

–Échamela a mí, mamón. Tú fuiste el pendejo que se recargó por valer pura verga.

El calor era algo que no afectaba al Muerto. A ese pinche Perro, más que no afectarle, se le resbalaba por las babas. Andaba por la calle dando unas pinches zancadas como si flotara el hijo de la verga. No por nada le decían El Muerto. A todos caía bien el güey, no por muerto, pues, pero porque era bien pinche calmado, tanto que parecía que estaba muerto el menso. Toda la colonia lo conocía y cuidaba. Tres pisadas y una caricia de Doña Chanclas, otras 6 y una de Don Cristobal, 10 para allá y la Neri ya le daba unas nalgadillas, unas dos más y los pinches mocos de la esquina ya lo traían azorrillado de gritos, jalones, vueltas y correteos. Vida chida la de ese cabrón. Hasta El Ñero, ése de los pinches tacos de lechón chingones, le aventaba las tortillas que medio se le quemaban, las sobras de los platos de la bandita, y hasta la cebolla asada.

Neta, vida de lujo que tenía el Muerto, hasta que al baboso de Juancho se le ocurrió meterse en la casa ésa, toda pinche abandonada. La casa ésa que está toda enmohecida, tanto que ni arañas tiene en las esquinas. La que no tiene más que el pinche esqueleto de ladrillos deshaciéndose. Donde el hijo de la chingada del Raspaculos va y se chinga a la morra de la casa 73. Donde la otra vez estaban gritando “di mi nombre, hijo de tu puta madre”, y salimos corriendo hechos la verga y cagados de la risa. Donde los mocos encontraron un charco de sangre y unas uñas, según ellos.

El chiste es que el pendejo de Juancho se metió a la casa y se llevó al Pepón con él, y de pura casualidad, ahí andaba el pinche Muerto y los siguió.

Dice el Pepón que iban a ir por unos ladrillos porque en la casa ya no tenían dónde sentarse con tanto morrillo que le hacen a la jefa de la Rana. A mí se me hace que el par de putos se la iban a jalar. Sí, a mí no me hacen pendejo, bien vi esa pinche revista mugrosa que se robaron del Oxxo donde traba el Chimuelo.

–Eh, Chimuelo pendejo: ¡chúpala!

–¡Váyandse a la vefga, putods!

Yo creo que no le habría habría pasado nada al Muerto si el pendejo del Juancho no se hubiera subido a la azotea. Esa pinche casa ya está pa’la verga, toda culera y cayéndose a pedazos. Ese pinche Don la neta debió haber donado el terreno a la racita, si bien que espacio nos hace falta. Dice mi jefe que el que era el dueño tenía la intención de vivir toda la puta vida ahí, como el pinche mayita mismo que mi jefe dice que nos dio la vida hace quién sabe cuántos siglos. Lo cierto es que el Don nunca vio venir la ciudad. Cuando llegó el Tarzán, como le dice mi jefe, no había casas alrededor. Era la pura pinche jungla con sus hormigas encabronadas y víboras mordelonas y changos flacos como el Hueso y hasta pinches jaguares tragapájaros como esos de pecho azul que tanto me maman. Quién sabe en qué movida consiguió el terreno. La neta yo lo hubiera rechazado: está hasta la verga de lejos de la playa y nomás vino a caer puro pinche podrido de la cartera como uno. Pero bueno, Don Pendejo se quería sentir mayita y vino a poner su templo de Kukulcán, hasta que le cayó la voladora, cuando el Mañas le soltó unos plomos por andar de chismoso en la podada del Panista.

Pinche Juancho pendejo, la neta, como si no se acordara que la pinche pared del techo estaba floja y ya con un soplo se iba a la verga. Se recargó para asomarse y se fue todita encima del Muerto, todita desde el segundo piso. Nomás espero que al perro cabrón le haya caído un ladrillo directito en la quebesas pa que se fuera al instante. Nomás me da asco de acordarme de lo que platicó el Juancho: traía la panza toda hecha cagada cuando el Juancho le quitó de encima los ladrillos, dijo que traía las costillas hasta al revés el pobre perro.

Pinche Pepón y Juancho, que se vayan mucho a la verga.

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2 pensamientos en “El Muerto

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