Monedas.

Las 16 monedas que cargo en la bolsa suenan cada que doy un paso. Puede que tenga algo de obsesivo. Siempre guardo en mi pierna derecha toda moneda que cae a mis manos. Dos monedas de dos pesos, nueve de un peso y dos de cincuenta centavos son el total. 14 pesos y una caja.

Suenan 2 de ellas al caerse con un sonido seco y profundo a la vez. Deben de ser dos de un peso. Caen tres más. Tal vez dos de un peso y una de cincuenta centavos, esa suena más ligera que las demás.

Una cascada de monedas se ahogan en la cama en donde me encuentro acostado y exaltan mi sentido de escucha. Salieron todas las que se encontraban en espera a ser usadas para inutilidades, menos una. La consideraré de la suerte.

Mejor no, por momentos se me olvida que no soy supersticioso.

Me gustó el sonido que provocó su rápida y sorda caída.

Me levanto, cruzo las piernas y volteo a mi derecha, observando esa caja que me dice nada y todo a la vez.

Y creer que alguna vez estas monedas fueron el precio de algo. Ahora no son más que el sobrante de un esfuerzo por ahorrar para comprar esa caja que no sé si alguna vez recibirás.

La caja no vale mucho, el contenido sí, pero todo sea por el valor intrínseco de las cosas: que se haga lo que mi simbolismo desea, ojalá alguna vez lo entiendas; ojalá alguna vez lo recibas.

Tomo los catorce pesos que alguna vez se escondieron dentro de mi bolsillo izquierdo. No, derecho, perdón, juego con ellos y veo con un poco de coraje la caja que me ve sin decir nada.

—¿Tú qué, solo esperas?

La caja permanece inmóvil.

—Ojalá algún día te vayas de aquí.

Siempre que hago una compra me pregunto si entenderás lo que quiero decir; lo que quiere decir. Siempre me pregunto si no debería simplemente decirlo, en vez de comprar cosas simbólicas para ti.

La caja permanece inmóvil. No me dice nada. Yo no le digo nada. Nos observamos mutuamente con mirada retadora. Yo quiero que te vayas, tú quieres irte. Me volteo y me pregunto si alguna vez la recibirás, si será de tu agrado. Los catorce pesos me llaman con su tintineo sagrado. Directo a mi bolsillo de nuevo.

Me acuesto. Las monedas caen, primero una, luego de a dos o tres, luego todas menos una. Siempre se queda una, esperando mi mano para salvarla de la soledad de mi
bolsillo. Me levanto y cruzo las piernas. La caja me ve y no me dice nada.

Ojalá algún día la recibas. Ojalá algún día lo comprendas.

Chávez.

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10 pensamientos en “Monedas.

  1. Oscar dice:

    Tus reflexiones me remiten a compositores que obviamente no voy a mencionar. Lo que si dire es,que comienzas a labrar tu gran futuro!! Felicidades!!

  2. Patricia Valdés Pirck dice:

    He copiado el texto para enviarte las sugerencias. Me gustó el cuento aunque no entendí si imaginabas la caja ya que estaba dentro del cuarto donde tú yacías en una cama. Para qué comprarla? He corregido algunas cosas de coherencia en la redacción. Pero me encanta tu valor para enfrentar este mundo que no lee y deseo que tu EGO no salga lastimado si no te leen muchos, es más lo que se necesita SACAR del interior, que lo que se desea SER ACEPTADO POR EL EXTERIOR. Solo soy una lectora y agradezco tan inmerecido honor de invitarme a ser cómplice de tus barbaridades!!! jejeje. no sé como reenviarte el texto con mis sugerencias. Me mandas tu correo?

  3. Ile dice:

    Este es el mejor de los que he leído o el que mas me ha gustado 🙂

  4. Patricia Valdés Pirck dice:

    Mejor, para mí…pero ¿Te gusta a tí?

    • Sí, me gusta, ya es más lógico al leerlo, aunque «uno debe de cumplir un papel en la sociedad, ¿no?» es como una marca de mi ideología en el texto, digámosle: una marca. Me gustaría dejar eso. Me comentaron por ahí que les recuerdo a algunos escritores, ¿me puedes referir a algunos, Paty?

  5. José dice:

    Imaginé que era Van Gogh. Las monedas serían el cambio por los servicios médicos al curar las heridas. Sin orejas, se maravilla de poder escuchar el tintineo.
    Nada de esto lo dice el texto, solo es lo que despertó en mi imaginación. Te sugiero que des pistas al lector, si no lo quieres decir abiertamente. Al menos para que no quede tan abierto. Es como un acertijo sin respuesta.

    • Me sorprende tu capacidad analítica, ni siquiera yo, autor del texto, me imaginé tal situación para crearlo. Estoy atónito ante tu deducción. El texto es simple, dice lo que tiene que decir, pero lo hice con claras intenciones de no dejar las cosas claras. Muchas gracias por tus consejos. Los tendré muy presentes en mis siguientes escritos.

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